En 1186 estas temibles fuerzas invasoras llegaron a Egipto por tierra y también por mar y fracasaron en su intento. Sólo la civilización egipcia logró sobrevivir al desastre con la victoria de Ramsés III sobre los ejércitos y marina de la coalición de los Pueblos del Mar.
Los Pueblos del Mar lo componían muchas islas del Egeo y Ciudades Estado costeras que perfectamente coaligados fueron expandiéndose por el Mediterráneo ante la presión que recibían de los dóricos (pueblos continentales del norte de Grecia) que les desplazaban. En esa huida, los conocidos como “Pueblos del Mar” fueron derrotando tantas fuerzas, ejércitos o imperios a los que se enfrentaron cayendo y desapareciendo incluso el Imperio Hitita ante ese empuje. Su avance hacia Egipto tuvo dos líneas de frente definidas, la marítima y la de tierra. En la de tierra acompañaban a los guerreros sus propias familias niños, ancianos, mujeres, ganado y enseres siendo la suerte de todos ellos la misma que tuvieran sus guerreros.
En este avance sobre Egipto, su “tierra prometida” también sumo fuerzas de apátridas y no violentó a gentes que rehusaron el enfrentamiento o permitieron su paso por tierras ajenas a su destino como fueron los territorios fenicios, de tal forma que en su desplazamiento incrementaron su fuerza militar de manera notable con un impresionante ejercito de carros de guerra.
Esto sumado a su impresionante flota tanto en número como en Gentes de Mar hizo que el faraón Ramsés III, conocedor del poderío enemigo, organizara una estrategia basada en el conocimiento del Delta del Nilo y jugarse la suerte el imperio milenario del Egipto de los faraones. Sin posibilidad de pactos, se trato de “todo o nada” sus ejércitos prepararon encerronas a las fuerzas invasoras en tierra de tal suerte que a punto estuvo de ser atrapado el propio faraón de tal manera que al final del enfrentamiento le fuera positivo. Igualmente, las naves de los Pueblos quedaron sin maniobra debido a su desconocimiento del Delta y a pesar de su superioridad resultaron derrotados y masacrados por los ejércitos del Ramsés III el cual mando ajusticiar a los prisioneros y esclavizar a los civiles.
Los grabados en los templos, como el de Medinet Habú (a pesar de su carga de propaganda política) reflejan lo que ocurrió.